the last moment of true perception y virginia woolf se hundió así, viva sólo a medias, entre las aguas que no eran cristalinas por donde flotábamos -el barro blanco, y el bote rojo.
no nací hombre ni nací cristiana ni nací en algún país en donde tuviese algo así como backstage passes para el resto del mundo. en otro tiempo, hubiese estado jodida. por ser mujer, al menos, ya no. lo sé yo y lo sabemos todos: vivimos en un mundo de géneros porque yo lo veo todo desde la literatura, pero escucha, esto lo trasciende y lo rasga porque hablo de algo más grande. porque nosotras somos un género, y a su vez, nuestras letras, atadas de formas raras y poco coherentes, son un género de esos que se leen -como drama o poesía- pero esos son más grandes, como un trailer de camión. por lo bajo, nosotras; algo así como un género dentro de un género.
pensando en grande y en palabras raras, citando a quienes sólo entiendo a medias, quiero hablar de cómo escribimos y me aventuro entonces a mencionar a joyce. al grande, grande e irlandés joyce, culpable de un libro tan extraterrestre que lo escribió encriptado con códigos semi-estúpidos que sólo él puede entender. finnegan's wake. ni el título lo han traducido. es pointless leer algo sin sentido, pero aquí estamos todos nosotros, seudo literatos intelectualoides y gente cabezona, que tratan y se estrellan.
Lo que pasa con Joyce es que escribió una complicadísima corriente de conciencia que tuve que leer como 3 veces para poder entender algo. Una mujer quedándose dormida, entre velos y espacios en blanco en donde la conciencia es atravesada por katanas sci-fi y pulsiones asesinas: una avalancha, abismos abiertos, volcanes, orgasmos, hierbas y halt. Retrató –parcialmente, y lo mejor posible- la conciencia galopante de una mujer en un enorme párrafo que realmente suena a cabeza femenina. Y sabe a eso. Y huele a eso. Pero es la cabeza de Joyce, atrás y en el fondo, sonriéndonos con cara de te lo creíste.
no estamos delimitadas por el género ni por nada, ni siquiera por la deuda histórica que se nos debe. porque joyce puede escribir como mina -allá él. las mujeres en la literatura asoman la cabeza en cada esquina, desde arriba, el centro o de al lado. hablan en lenguas extrañas y disímiles porque Antígona hablaba griego, pero Mary Shelley hizo hablar a su monstruo huérfano en inglés.
me gusta ser mina. me gusta esto de tener un cuerpo suave y con curvas. me gusta que filosófos cotidianos y de cátedra nos consideren enigmas y kerigmas: enigmas velados, desvelados y vueltos a velar, porque somos casi un objeto de culto hermenéutico. me gusta tener orgasmos más intensos que los de cualquier hombre. quiero vestirme de rosado y andar en una camioneta gigante. quiero tener un pony y estudiar literatura dura. quiero ser una princesa y una estrella
porno. la escencia femenina (y quizás se acentúa en la mía) es multiforme y heteróclita.
te lo advierto, no trates de clasificarnos.
no nací hombre ni nací cristiana ni nací en algún país en donde tuviese algo así como backstage passes para el resto del mundo. en otro tiempo, hubiese estado jodida. por ser mujer, al menos, ya no. lo sé yo y lo sabemos todos: vivimos en un mundo de géneros porque yo lo veo todo desde la literatura, pero escucha, esto lo trasciende y lo rasga porque hablo de algo más grande. porque nosotras somos un género, y a su vez, nuestras letras, atadas de formas raras y poco coherentes, son un género de esos que se leen -como drama o poesía- pero esos son más grandes, como un trailer de camión. por lo bajo, nosotras; algo así como un género dentro de un género.
pensando en grande y en palabras raras, citando a quienes sólo entiendo a medias, quiero hablar de cómo escribimos y me aventuro entonces a mencionar a joyce. al grande, grande e irlandés joyce, culpable de un libro tan extraterrestre que lo escribió encriptado con códigos semi-estúpidos que sólo él puede entender. finnegan's wake. ni el título lo han traducido. es pointless leer algo sin sentido, pero aquí estamos todos nosotros, seudo literatos intelectualoides y gente cabezona, que tratan y se estrellan.
Lo que pasa con Joyce es que escribió una complicadísima corriente de conciencia que tuve que leer como 3 veces para poder entender algo. Una mujer quedándose dormida, entre velos y espacios en blanco en donde la conciencia es atravesada por katanas sci-fi y pulsiones asesinas: una avalancha, abismos abiertos, volcanes, orgasmos, hierbas y halt. Retrató –parcialmente, y lo mejor posible- la conciencia galopante de una mujer en un enorme párrafo que realmente suena a cabeza femenina. Y sabe a eso. Y huele a eso. Pero es la cabeza de Joyce, atrás y en el fondo, sonriéndonos con cara de te lo creíste.
no estamos delimitadas por el género ni por nada, ni siquiera por la deuda histórica que se nos debe. porque joyce puede escribir como mina -allá él. las mujeres en la literatura asoman la cabeza en cada esquina, desde arriba, el centro o de al lado. hablan en lenguas extrañas y disímiles porque Antígona hablaba griego, pero Mary Shelley hizo hablar a su monstruo huérfano en inglés.
me gusta ser mina. me gusta esto de tener un cuerpo suave y con curvas. me gusta que filosófos cotidianos y de cátedra nos consideren enigmas y kerigmas: enigmas velados, desvelados y vueltos a velar, porque somos casi un objeto de culto hermenéutico. me gusta tener orgasmos más intensos que los de cualquier hombre. quiero vestirme de rosado y andar en una camioneta gigante. quiero tener un pony y estudiar literatura dura. quiero ser una princesa y una estrella
porno. la escencia femenina (y quizás se acentúa en la mía) es multiforme y heteróclita.
te lo advierto, no trates de clasificarnos.
Toncy Dunlop
3 comentarios:
Buena, buena , buena.
Lo primero que leí de ti me sorprendio, pues me lo mostro mi querido amigo Santiago Paz..
Me sentí identificada con tus últimas palabras...
Suerte.
se bifurca, se parte en dos, se me pone cada parte en cada ojo
llega un momento en que parece que tu texto se acaba y surge entonces otra voz, tu voz más personal, esa que creo nos es más fácil entender a la mayoría de tus lectores
elegir a joyce es divertido, joyce es un monstruo, pero a veces los monstruos sólo pueden hacerse entender entre otros monstruos, y no todos somos monstruos de las letras, muchos quieren serlo, otros menos quisimos y no encontramos nada parecido a respuestas, mucho menos a buenas preguntas
pero decía, es grata la profundización en ti misma, la develación de tus sueños posibles, de tus propios signos
tal vez sólo podría añadir un pero, y es que no estoy seguro si valga la pena comparar el orgasmo femenino con el masculino, ambos son vitalizantes (y me refiero a una vitalidad, no de género, sino de Vida con mayúscula) y diferentes ya que, desde un enfoque físico, biológico, el de un hombre es más intenso porque suele estar más concentrado, es un estallido, un cambio de energía que se da en un periodo corto de tiempo, lo que lo hace más intenso, biológicamente hablando, mientras que el orgasmo femenino, por el hecho de ser más prolongado, esparce esta intensidad biológica . es de una intensidad que está más en función con la conexión que cada mujer tiene con su libertad, su mente, sus sentidos, etc., en fin, el punto es que ninguno me parece mejor sino absolutamente complementarios, lo que no es uno, es el otro, lo bueno es que mujeres y hombres podemos tener orgasmos de calidad, ambos podemos ser multiogásmicos, ambos podemos ser sutiles o fieros, cursis o explícitos, en fin, sólo era un punto de vista, siempre respondo así cuando se caen en este tipo de comparaciones de género que no siento que ayuden al discurso de equidad, de eso habla mi post
vale, un abrazo
Ah! Un privilegio leerte.
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