de JZ:
¿Es realmente el amor un antídoto para el asesinato, o hay una dimensión asesina oculta en (al menos algunos tipos) el amor posesivo/ impotente? “El amor hacia una mujer sólo es posible sino se consideran sus cualidades reales, y por lo tanto si se reemplaza su realidad psíquica por otra realidad diferente y en buena medida imaginaria. El intento de realizar el propio ideal en una mujer, en lugar de tomar a la mujer por sí misma, implica necesariamente la destrucción de la personalidad empírica de la mujer. Por ello el intento es cruel con la mujer; el egoísmo del amor pasa por encima de la mujer, y no se preocupa en lo más mínimo por su auténtica vida interior (…) El amor es un asesino”1. O bien, tal como lo expresó Lacan en el último capítulo de Los cuatro principios fundamentales del psicoanálisis: “Te quiero, pero inexplicablemente quiero en ti algo más que a ti -el objet petit a-, y por eso te mutilo”2.
1. Otto Weininger, Sexo y Carácter, p. 249.
2. Jacques Lacan, Los cuatro principios fundamentales del psicoanálisis, p.264.
Lacrimae Rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, SLAVOJ ZIZEK
El amor parece una ocupación vulgar en relación con la adoración, que filtra las inclinaciones de la vida hacia un mundo de brisas puras. La mujer víctima de nuestra sed de inmaterialidad puede considerarse, con justicia, desdichada en el amor. Por qué no le ofrecemos demasiado: ¿un exceso que veja ese poco que es la dicha?
Ella jamás comprenderá por qué la adoración tiene una presencia tan vana como su ausencia. No tiene necesidad de ser ni de saber. ¿En qué podría satisfacer o suavizar su necesidad de absoluto perdida en el Eros? En la adoración, ella sólo existe en la medida en que no es, como pretexto a nuestro gusto por la irrealidad suprema.
Ese absoluto en nuestra superficie… bautizado mujer.
El crepúsculo del pensamiento, EMIL CIORAN
Permítanme usar un reciente anuncio británico de cerveza como ejemplo para especificar el estatus de esos pequeños fenómenos que no pueden ser subjetivados. La primera parte escenifica un conocido argumento de cuento de hadas: una chica pasea junto a un río, ve una rana, la toma gentilmente en su regazo, la besa y la horrible rana, por supuesto, se convierte milagrosamente en un apuesto joven. La historia sin embargo, no ha terminado aún: el joven lanza entonces una mirada lujuriosa a la chica, la atrae hacia sí, la besa… y ella se convierte en una botella de cerveza que el hombre coge triunfalmente con la mano. Para la mujer, la cuestión es que su amor (expresado con el beso) convierte a la rana en un apuesto joven, una presencia enteramente fálica (en términos de los matemas de Lacan, la gran Fi); para el hombre, se trata de reducir a la mujer a un objeto parcial, la causa de su deseo (en términos de los matemas de Lacan el objet petit a). A la vista de esta asimetría, “la relación sexual no existe”: tenemos a una mujer con una rana, o a un hombre con una lata de cerveza… Lo que nunca podremos tener es a la pareja “natural” formada por un hombre y una bella mujer. ¿Por qué no? Porque el soporte fantasmático de esta “pareja ideal” habría sido la figura inconsistente de una rana abrazada a una botella de cerveza. (La versión feminista, obviamente, sería que la experiencia amorosa cotidiana de la mujer consiste más bien en el proceso inverso: una besa a un apuesto joven y, cuando se acerca demasiado a él, es decir, cuando ya es demasiado tarde, se da cuenta de que en realidad es una rana…) Lo cual abre la posibilidad de minar el control que ejerce la fantasía sobre nosotros por la vía de una sobreidentificación con ella, es decir, por la vía de abrazar simultáneamente, en el mismo espacio, toda su multiplicidad de elementos fantasmáticos. Dicho de otro modo, cada uno de los sujetos está enfrascado en su propia fantasía subjetiva: la chica fantasea con la rana que es en realidad un joven, y el hombre con la chica que es en realidad una botella de cerveza. Lo que el arte y la literatura modernas oponen a esto no es la realidad objetiva, sino la fantasía subyacente “objetivamente subjetiva” que los dos sujetos nunca están en condiciones de asumir, algo parecido al cuadro magrittesco de una rana abrazada a una botella de cerveza, con el título “Un hombre y una mujer” o “La pareja ideal”. (La asociación con el famoso “Cadáver de burro sobre un piano” surrealista está plenamente justificada aquí, puesto que los surrealistas también practicaban una versión de esta forma de atravesar la fantasía.) ¿Y no es precisamente la tarea ética del artista contemporáneo ponernos frente a la rana abrazada a la botella de cerveza, cuando fantaseamos con abrazar a nuestra amada, o en otras palabras, escenificar fantasías radicalmente desubjetivadas, que nunca podrán ser asumidas por el sujeto?
Lacrimae Rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, SLAVOJ ZIZEK
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31/5/07
escrito por círculo.SURTE a las 11:59 a. m.
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Sigo conociendo a mis nuevos amigos.
Cazadora de utopías
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